¡Ya se tardó Rusia en ganar la guerra a Ucrania!
- DND / Noticiero

- 25 jul
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Durante décadas, Rusia ha sido percibida como una potencia mundial, heredera del poderío militar, nuclear y geopolítico de la extinta Unión Soviética. Su imagen se ha sustentado en una narrativa que exalta su influencia global, su vasto territorio, y su capacidad militar. Sin embargo, el conflicto con Ucrania ha puesto en evidencia que Rusia no es el país fuerte que presume ser. La prolongación de la guerra, la incapacidad de obtener una victoria clara y los profundos problemas económicos, sociales y diplomáticos que enfrenta, dejan ver que su poder está más en el discurso que en la realidad.

Cuando Rusia invadió Ucrania en febrero de 2022, muchos analistas y medios de comunicación anticiparon una rápida victoria rusa, apoyados en la creencia de que Moscú contaba con una de las fuerzas armadas más formidables del mundo. No obstante, lo que se ha desarrollado desde entonces es un conflicto largo, costoso e incierto. Ucrania, con una economía mucho más pequeña y con menos recursos militares, ha resistido con éxito, apoyada por el respaldo occidental, pero también gracias a su valentía, organización y moral de combate.
La guerra reveló grandes debilidades en el aparato militar ruso: errores estratégicos, deficiencias logísticas, corrupción en las estructuras castrenses y una dependencia excesiva de tácticas tradicionales. Rusia no logró tomar Kiev ni quebrar la voluntad del pueblo ucraniano. En lugar de una victoria rápida, se enfrentó a una guerra de desgaste que ha agotado sus recursos y ha obligado a una movilización parcial impopular entre su población.
En el plano económico, las sanciones impuestas por Estados Unidos, la Unión Europea y otros países occidentales han golpeado severamente a Rusia. La desconexión del sistema financiero internacional, la pérdida de mercados energéticos clave y la fuga de empresas extranjeras han puesto a prueba la resiliencia de su economía. Aunque ha buscado nuevos aliados como China o India, Rusia se ha vuelto más dependiente de ellos, debilitando su capacidad de acción autónoma en el escenario internacional.
Políticamente, Rusia ha sufrido un aislamiento diplomático creciente. La guerra no ha generado respeto ni temor entre las grandes potencias, sino repudio y desconfianza. Lejos de mostrar fuerza, el conflicto ha revelado una política exterior agresiva y desesperada, que recurre a la fuerza bruta ante la falta de verdadera influencia política y económica.
En contraste, una verdadera potencia mundial no solo se mide por su arsenal nuclear o por su tamaño territorial, sino por su capacidad de proyectar poder blando, de influir en la política global, de liderar en tecnología, innovación y diplomacia. En todos esos aspectos, Rusia ha demostrado ser más una nación autoritaria con aspiraciones imperiales que una potencia moderna y consolidada.
En conclusión, la guerra en Ucrania ha sido un espejo incómodo para Rusia. Lejos de fortalecer su imagen, ha expuesto sus debilidades más profundas. Rusia no es la potencia que presume ser, y el tiempo ha dejado claro que el verdadero poder no se impone por la fuerza, sino que se construye con legitimidad, desarrollo, respeto internacional y liderazgo estratégico. Y en todos esos aspectos, Rusia está lejos de ser líder; es, más bien, una potencia en decadencia.

